Raoul Vaneigem podría pasar por ser un autor anómalo, especializado en
nadar contra la corriente. En realidad, sin embargo, se trata de otra
cosa: Vaneigem sólo nada contra-corriente porque la corriente que
recorre es una bien distinta, que comparte con la que el transcurso de
los días nos presenta el caudal y el curso, pero que discurre en un
sentido inverso al de aquella: no hacia la desembocadura y la muerte
sino hacia las fuentes y el resurgir continuo de la vida. Una corriente
que no busca situarse por encima de nadie sino, precisamente, que nadie
pueda situarse por encima: un mundo de amos, pero sin esclavos. Así,
mientras que otros han apostado por lanzarse a la corriente de la
promoción personal y por la construcción espectacular de una imagen de
marca que les permitiese medrar de manera adecuada, Vaneigem ha optado
por el rechazo de la promoción en nombre del tiempo y del goce, por el
rechazo de la supervivencia y del universo mercantil en nombre de la
gratuidad, de la exuberancia y de la relación simbiótica con una
realidad entendida como manifestación continua de la vida.
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