La antropología, a partir de una concepción unívoca y lineal de la historia, ha presentado a las sociedades primitivas como sociedades incompletas, menos evolucionadas, por carecer de Estado; se trataría, en definitiva, de sociedades que aún no han alcanzado la edad adulta, aún estancadas en la infancia de la humanidad. Los prejuicios etnocéntricos también han llevado a afirmar que estas sociedades tienen una economía de subsistencia es decir, que son sociedades sin mercado o sin excedentes, sociedades de la escasez o una tecnología inferior, ignorando que se trata de sociedades que han desarrollado una tecnología suficiente para sobrevivir en condiciones óptimas en su medio, teniendo que dedicar sólo una pequeña parte de su tiempo a tareas de reproducción y alimentación. En la obra de Clastres subyace una preocupación de fondo: la cuestión del poder. Para él, la aparición del Estado es el mayor accidente histórico. En el Estado reside el origen de la dominación y la desigualdad. A fin de conocer la ruptura que lleva a la aparición del Estado y a la división en clases, analiza la cuestión del poder entre las sociedades primitivas, sociedades para las que el poder no significa coerción. Su investigación etnográfica sobre diferentes pueblos indios sudamericanos y sus estancias entre los yanomami, los guayaquís y los guaraníes, le permitieron un conocimiento profundo sobre los múltiples mecanismos de que se han valido las sociedades aestatales para impedir la acumulación de poder y riqueza, poniendo así los cimientos para el desarrollo de una antropología política rigurosa.
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