jueves, 3 de enero de 2013

Hay que acabar con todo esto - Anónimo


La realidad presente esta formada, como no lo había estado nunca, de penas inmensas y de cinismo: una gran lágrima en el corazón de la humanidad, La cotidianidad ve aumentar su dosis de horrores sin cesar, acompañada por un Apocalipsis rampante del medio ambiente. La alienación de los espíritus y los poluantes químicos se disputan el predominio en la dialéctica de la muerte que rige la vida de una sociedad dividida y cangrenada por la tecnología. El cáncer, desconocido antes de la civilización, se ha transformado en una epidemia en una sociedad cada vez más estéril y literalmente tumoral.

Pronto todos consumiremos drogas; sean suministradas bajo norma o vendidas bajo cuerda, esto sólo es una distinción formal. La terapia de los trastornos de atención ofrece, otro ejemplo de la tendencia coercitiva de la medicalización de la angustia y la agitación generalizada, que engendra una realidad cada vez más frustrante. El orden dominante hará, evidentemente, todo lo posible por negar la realidad social. Su tecnopsiquiatria considera el sufrimiento humano como de naturaleza biológica y de origen genético.

Nuevas patologías, resistentes a la medicina industrial se extienden a escala planetaria igual que el fundamentalismo religioso –síntoma de frustración y de profunda miseria psíquica. Y la espiritualidad New Age (la filosofía para el uso de «los cangrejos» según Adorno), así como las innumerables terapias paralelas se regodean en vanas ilusiones. Pretender que se puede estar entero, esclarecido y en paz en el seno de la locura actual es, de hecho, aceptar esta locura.

El foso entre ricos y pobres se ensancha, en particular en este país donde los sin techo y los presos se cuentan por millones. La cólera aumenta y las mentiras de la propaganda que aseguran su pervivencia no encuentran ya la misma credibilidad. Este mundo, donde reina la falsedad, encuentra solo la adhesión que se merece: la desconfianza hacia las instituciones es casi absoluta. Pero la vida social parece congelada, y el sufrimiento de los jóvenes es sin duda el más profundo. La tasa de homicidios entre adolescentes de 15 a 19 años se ha doblado entre 1985 y 1991. El suicidio se ha transformado en la reacción de búsqueda de cada vez más adolescentes, que no encuentran fuerzas para alcanzar la edad adulta en un infierno como este.

(…..) Nuestra época postmoderna encuentra su expresión esencial en el consumo y en la tecnología, que dan a los mass media su fuerza estupefaciente. Imágenes y eslóganes impactantes y fáciles de digerir impiden ver que el espectáculo terrorífico de la dominación que reposa esencialmente sobre la simplicidad de las representaciones. Incluso los fallos más flagrantes de la sociedad pueden servir para esta empresa de hipnosis colectiva, como es el caso de la violencia, fuente de infinitas diversiones. Nos seducen las representaciones de comportamientos amenazantes, pues el aburrimiento es una tortura mayor que el espanto.

La naturaleza, o lo que queda de ella, nos reprocha amargamente el modo en que la existencia actual está pervertida, es frígida y adulterada. La muerte del mundo natural y la penetración de la tecnología en todas las esferas de la vida se desarrolla a un ritmo cada vez más rápido. La muchedumbre informaticamente enredada, los marginados tecnoides, los cyber-no-importa-que, la realidad virtual, la inteligencia artificial  …. hasta llegar a la vida artificial, última ciencia postmoderna.

Mientras, nuestra Era del Ordenador «postindustrial», tiene como principal consecuencia nuestra transformación acelerada en un «apéndice de la máquina» como se decía en el siglo XIX. Las estadísticas de la administración judicial indican, sin embargo, que las empresas, cada vez más informatizadas, son el teatro de cerca de un millón de delitos violentos por año, y que el número de patrones asesinados se ha doblado los últimos 10 años.

El sistema en su atroz arrogancia, espera que sus víctimas se conformen votando y reciclando sus residuos, haciéndoles creer que todo irá muy bien,. El espectador es solamente supuesto, no ha de saber nada y no merece nada.

La civilización, la tecnología y las divisiones que desgarran la sociedad, son componentes de un todo indisoluble. Una carrera hacia la muerte, fundamentalmente hostil a las diferencias cualitativas. Nuestra respuesta ha de ser cualitativa, sin hacer caso de los eternos paliativos cuantitativos que refuerzan, de hecho, aquello que queremos abolir.

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