El hombre es materioespiritual pero desde antiguo se ha insistido en verle como un ser dividido. La separación interna del hombre en «cuerpo» y «alma» permite la jerarquización de ambos elementos y repercute de forma negativa en la relación que los hombres establecen con el medio ambiente. La verdadera revolución ecologista no será una revolución política sino una evolución moral: viviremos en paz con nuestro entorno cuando vivamos en paz con nosotros mismos.
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